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CAP. I.-FUNDAMENTOS BÍBLICOS 37 en la historia de Israel y no proviene de algún sistema religioso o filosófico de otros pueblos; porque sólo Israel podrá engendrar al Justo. La historia del A. T. es, ante todo, la historia de la vocación v de la vida del pueblo de Israel que se desarrolla bajo el influjo providencial de Dios. Esta historia tiene un gran valor misional. porque es una preparación para la venida del Redentor. El primer pacto de Dios con Israel se verifica en vista a su primera venida ; el nuevo pacto con la Iglesia, con miras a la segunda. Esta historia descansa sobre hombres providenciales escogidos por Dios para preparar la esperada venida del Salvador. como Noé, Abrahán, Isaac. J acob, José, Moisés, David. Salomón y los Profe– tas. La solicitud de Dios por su pueblo no sólo se ve en la elección de hombres providenciales, sino también en las pruebas a que le somete su inexorable justicia. Israel podemos decir que es como un receptáculo, donde se reciben las íntimas comunicaciones de Dios con la humanidad hasta que llegue a manifestarse, de una manera sorprendente, en su mismo Hijo, Imagen y Esplendor del Padre. Y esta acción divina en la humanidad continúa su marcha a través de las edades, no obstante las infidelidades del pueblo 0legido. la intransigencia rabínica y el nacionalismo rígido y ce– loso del pueblo hebreo. que pretendía excluir a los extranjeros o paganos de los beneficios del Mesías. No se puede negar que la doctrina sobre el Mesías, que ha de venir a habitar con los hom– bres y salvarlos, está representada por un hilo conductor, que va comunicando luz y vida a toda la historia de Israel. hasta llegar a la Luz Verdadera, que iluminará a todo hombre que viene a este mundo (Joan., I, 9). La lectura atenta v continuada de la historia de Israel ayudará al seminarista y sace~;dote para formarse una idea de las riquezas misionales que en ella se encierran. 26. Promesas y alianza de Dios con Abrahán.-Dijo Yaveh a Abrahán: «Sal de tu tierra, de tu parentela, de la casa de tu padre, para la tierra que yo te indicaré; yo te haré un gran pueblo, te bendeciré y engrandeceré tu nombre.» Benedicam benedicentibus tibi, et maledicam rnaledicentibus tibi, atque IN TE benedi– centur universae cognationes terrae (12). El Señor le repitió por segunda vez la promesa cuando se le aparecieron tres án– geles que iban a destruir las ciudades nefandas. Et BENEDI– CENDAE sint illo omnes nationes terrae (13). Con juramen– to por tercera vez se las repite cuando se disponía a sacrificar a su hjio Isaac en premio de su heroica obediencia. Et BE– NEDICENTUR in sernine tuo omnes gente.<: terrae, q1tia obedisti (12) Gen., XII, 3 (13) Gen., XVIII, 18.
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