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CAP. III.-FUNDAMENTOS DOGMÁTICOS 145 177. 4.ª El Cardenal Billot, S. J. (176), dice que la edad adul– ta no se ha de juzgar por el desarrollo físico, sino intelectual y moral. Como los infieles, en su mayoría, son pueblos fisiológica y psicológicamente más o menos incultos y degenerados, tienen una inteligencia muy limitada, encontrándose, moral e intelectualmente, casi al nivel de los niños, y los que son realmente adultos por la edad no lo son moralmente tales por el desarrollo mental. Por consiguien– te, es de creer que el limbo está poblado de muchísimos infieles adultos (177). Debemos afirmar que ni en la Escritura, ni en los Padres, ni escolásticos y teólogos medievales y del siglo xvr se puede fundar sólidamente esta teoría. Se apoya más bien en un supuesto falso, porque los infieles, salvo raras excepciones en las que se pueden verificar sus afirmaciones, tienen generalmente la razón bastante desarrollada para conocer la ley natural. Santo Tomás asegura, y con él la mayoría de los escolásticos, que los preceptos de ley natural son conocidos de todos (178). Así lo confirma la etnología y religiones de los pueblos, y los estudios hechos por célebres etnó– logos (179). Se encuentran además pueblos paganos que tienen elevadas culturas, que suponen inteligencias muy desarrolladas. Se da, pues, a esta opinión una extensión enorme, inverosímil e inaceptable. 178. 5.ª El P. Hugueny (180), no contento con la finalidad puramente natural de los infieles adultos, busca otra solución, que nos parece menos aceptable todavía. Cree en la necesidad de la fe, según la exposición tradicional, pero tiende a la modi– ficación del dogma del infierno, haciéndole hasta cierto punto tolerable. Se darán grados en los sufrimientos, según las ofensas; pero no se excluye absolutamente todo el gozo que resulta en la conciencia de la actividad vital. Será necesario admitir también allí que la existencia sea preferible a la nada; será una vida os– cura, sin felicidad y sin esperanza, pero será siempre una vida con el gozo del vivir (181). Contra esta opinión polemizó Glo– rieux (182). La novedad de la doctrina no se compagina con la naturaleza del infierno descrito en la Escritura, en la Tradición y en los documentos eclesiásticos; puede decirse que es contraria (176) La Pro,•idence divine et !e nombre infinít d'hommes hors de la voie normaie du salut, en Etvc!cs, 1919-l!l23. (177) C.m,n:;ATI, º· c.. pp. 626-632; LOMBAHDI, o. c., Tl'P• 52-59. (178) Summ. Thco!., I, II, q. 94, a. 6. (179) Cfr. C.rnMI2'lATI, D. C., ,pp. 63() y SÍS;S. (180) Le seandale édijiant d'une cxposition missionnaire, in Reviw Tlwmiste, 1933, pp. 217-242; 552-567. (181) Cfr. Lo,rnARDI, o. c., p,p. 48-52. (182) Prob!clme du salut des infide!es, suplém. a la Rcvue de !'Unían Missionnaire du CLergé de France, jarn., 1933. 10

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