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CAP. III.---FUNDAMENTOS DOGUL\TICO, esperan, y un convencimiento de las cosas que no se ven (115). «Esta fe-:lice el Concilio Vaticano-es una virtud sobrenatural. con la cual, por la inspiración y auxilio de la gracia de Dios, cree– mos ser verdaderas las cosas por Él reveladas, no por la verdad intrínseca de las mismas cosas percibida con la lumbre natural de la razón, sino por la autoridad del mismo Dios que revela, el cual ni puede engañarse ni engañarnos» (116). No nos detenemos a ex– plicar la naturaleza, propiedades y divisiones de la fe (117), sólo intentamos demostrar brevísimamente la siguiente tesis: El acto de fe divina, propiamente dicha, por la cual explícitamen– te se cree, por lo menos, que Dios existe y que es remunerador, es necesaria con necesidad de medio al adulto para conseguir la justi– ficación. Los argumentos bíblicos y tradicionales son abundantes. En pri– mer lugar, Jesús dijo a los Apóstoles: Praedicate Evangeliinn omni creaturae. Qui crediderit et baptizatus fuerit, salvus erit; qui vero non crediderit, conclemnabitur (118). San Pablo escribió a los He– breos: Sine fide impossibil.e est placere Deo (119). Los exégetas por el tc,xto y contexto dicen que aquí se trata de la fo sobrenatural. Y a los Gálatas, añade: Scientes, quod non justificatur homo ex operibus legis nisi per ficlem J esu Christi, et nos in Christo J esu credimus, ut justificemur ex fíele Christi (120). San Juan Cr(sóstorno, comentando a San Pablo, dice: «His ostendit (Apostolus) non modo non supervacanearn esse fidem, sed ita necessariam, ut non possit sine illa salus obtineri» (121). La misma verdad fué declarada tantas veces por los Concilios, y últimarrn:nte el Vaticano deílnió: «Quoniam sine flde impossibiie est placere Deo et ad filiorum ejus consortium pervenire, ideo n.emini umquam sine illa contigit justificatio; nec ullus, nisi in ea persaveraverit usque in finem, vitam aeternam assequeturn (122). 161. ¿Basta la fe <dn v,oto»?-Algunos teólogos opinaron que en caso de necesidad bastaría la fe in voto, como sucede en el bautismo ; pero la opinión común de los teólogos rechaza esa sen– tencia; porque no se encuentran razones sólidas ni testimonios en la tradición; ni vale la comparación con el bautismo, el cual es un (115) Est autcm fid2s spcrantlum sub,<::tantia rcru1n, argumcntu-ni non aJ)parc11- tium, Hacbr., XI, l. (ll(J¡ Const. de f,dc, ca;1. III, cfr. DE,cz-B., 1730. (117) Véanse los J\'Ianu3lc3 de Teología Dogn1ática. (118) Marc., XVI, 15-lC. ill!l) Hc!Jr., XI, 6. (120) Gal., II, 16. (121) In Rom., Homi!. a, P. G., C0, 459. Quien desee mé:s t2xlo_, PESCH, o. c., t. III, nn. 431-432, •p,p. 210-212; H. lEc;CCEHZ, s. .r.. De 1•irt11tib¡¡:, sect. 5. De nec2ssitate ficic. nn. 357-<:69. ¡:p. 2fJ0-2lü, Homac, Hl30. (122) Sess. 3, cfr. DENZ-B., 1793.

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