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CAP. III.-FUNDAMENTOS DOGMÁTICOS 127 ros siglos, en su estado naciente, como después, en los períodos de intensa floración, su universalidad es visible y manifiesta. Supera en número y extensión a todas las demás religiones, sepa– radamente consideradas (79). San Pablo escribía de los Após– toles: In omnem terram exivit sonus eorum, et in fines orbfa terrae verba eorum (80). La herencia prometida a Cristo com– prende todo el mundo (81); la piedrecita del Profeta Daniel se ha convertido en una gran montaña que cubre la tierra (82) ; el sacrificio de Malaquías se ha ofrecido en toda nación (83). Apenas encontramos región conocida y habitada donde, 1permanente o transitoriamente, no haya penetrado el misionero católico, donde no se haya anunciado la fe verdadera, donde no se haya oído el nombre de Cristo Redentor y donde no se haya irradiado la luz de Roma. 152. La catolicidad y las misiones.-Las misiones son la inter– pretación y confirmación práctica de la nota de la catolicidad de la Iglesia de Cristo. Las misiones ponen en ejercicio el derecho de universalidad inherente a la Iglesia; son el ejército conquis– tador de hombres y territorios; son la vida dinámica de la Iglesia, que anhela y trabaja por llegar a formar un solo redil bajo un solo Pastor. La Iglesia de Cristo, Cuerpo Místico, sigue las vici– situdes del cuerpo humano: nace pequeña, para crecer continua– mente hasta la edad adulta. Niña en el Cenáculo, joven después de algún tiempo, debe llegar a la madurez por su constitución intrínseca. La catolicidad de la Iglesia está en ese esfuerzo peren– ne y necesario para crecer y dilatarse; está en la acción misionera que procura extenderla por todo el mundo. El número de católicos y la dilatación de la Iglesia son frutos del apostolado misionero, que realiza las parábolas del sembrador, del grano de mostaza, del fermento, de la pesca y del redil. La acción misionera, la cooperación misional, el movimiento de conquista del ejército mi– sionero deben continuar, en ritmo siempre creciente, para que la Iglesia verdadera llegue a ser numérica y geográficamente cató– lica y todas las gentes pertenezcan a Cristo, cujus regni non erit finis. (79) Cfr. TANQUEREY, Synopsis Thcol. Dogm. Fundamcntalis, t. I, nn. 794-798, pági- nas 508 y sigs., Romae, 1920. (80) Psa!., XVIII, 5; Rom., X, 16. (81) Psa!., II, 8. (82) Dan., II, 35. (83) Ma!aq., I, 10-11.
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