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CAP. II.-FUNDAMENTOS TRADICIONALES 109 Con ocas10n de las Témporas se debe instruir al pueblo cris– tiano para que ruegue, a fin de que Dios suscite muchas vocacio– nes sacerdotales y misioneras, dignos operarios de su viña, celosos continuadores de su obra redentora. CrcLo HAGIOGRÁFico.-Al lado del ciclo cristológico se desarrolla también en el año eclesiástico el ciclo hagiográfico o de los Santos, entre los cuales ocupa el primer lugar la Reina de todos eUos, Ma– ría Inmaculada, Madre de Dios y Madre nuestra. Las fiestas de los Santos y de la Virgen forman una parte integrante del ciclo cristológico, porque el sacrificio cruento de los mártires y el in– cruento de los confesores y vírgenes es la santidad y la inmola– ción de los miembros del Cuerpo Místico. Celebrando las fiestas de muchos de estos héroes de la santidad podemos observar el es– píritu misionero que les animaba, el celo que tenían por la salva– ción de las almas. II. La Misa.-Es el sacrificio del Cuerpo y de la Sangre de Je– sucristo, bajo las especies de pan y vino, que ofrece el sacerdote a Dios, en memoria y renovación del sacrificio de la Cruz. Es el sa– crificio de la nueva Ley que sustituyó a todos los sacrificios del A. T. Es la oblación instituída por Jesucristo, en la cual mística– mente se sacrifica 1\Jl mismo y se ofrece como Víctima al Padre Eterno en reconocimiento de su supremo dominio. Consta por la definición del Concilio Tridentino que es un verdadero sacrificio: «Si quis dixerit in Missa non offerri Deo verum et proprium sa– crificium, aut quod offerri non sit aliud, quam nobis Christum ad manducandum dari, anathema sit» (173). Es un sacrificio en cuan– to se ofrece a Dios en reconocimiento de su supremo dominio; eucarístico, porque rinde las gracias debidas por los beneficios re– cibidos; propiciatorio, satisfactorio o expiatorio, porque obtiene la remisión de los pecados y satisface las penas por ellos mereci– das; finalmente, impetratorio, porque consigue las gracias que ne– cesitamos por los méritos de Jesucristo. Es el culto máximo de la Iglesia, el sol de todas las devociones, el centro de toda la liturgia, el mysterimn fidei por excelencia. La Misa recuerda dos hechos esenciales de la vida de Jesús: 1) La Ultima Cena, porque en la consagración el sacerdote repite las palabras y acciones de Jesús en la noche del Jueves Santo ; 2) La Cruz, donde Jesús murió cru– cificado, derramando su sangre por nuestra salvación. Es el mis– mo sacrificio y la misma víctima, con la sola diferencia que en la Misa se inmola de una manera incruenta, muchas veces y en muchos lugares. Se cumplen las palabras de Malaquías: «Desde el orto del sol hasta el ocaso, es grande mi nombre entre las gen- (173) Conc. Tricl , 22, can. 1, j\L\:,;sr, Collcct. Conci!., t. 33, p. 13L
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