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108 P. I.- -!vIISIONOLOGÍA DOCTRINAL dicare et testificari. _. alleLuia (170). Se puede decir que lo que es la Epifanía para Navidad es la solemnidad de Pentecostés para la Pascua. En este día la Iglesia se manifestó a toda clase de gentes que habían concurrido a Jerusalén con motivo de la fiesta. Del Cenáculo salen los Apóstoles transformados por el Espíritu Santo y empiezan a dilatar la Iglesia por todo el mundo; todavía peque– ña como un grano de mostaza, irá creciendo hasta cubrir toda la tierra con su esplendoroso ramaje. Después de Pentecostés, los veinticuatro domingos que siguen apenas tienen un vínculo sensible con la Pascua. En su contenido variado encierran una extraordinaria riqueza de vida, de espíritu, de sentimiento y de doctrina. El investigador podrá encontrar también en ellos las ideas mi– sioneras que penetran el espíritu litúrgic0 de la Iglesia. En la última Domínica de octubre Pío XI colocó la festividad de Cristo Rey, saturada toda ella de espíritu misionero: O Christe, Princeps Pacificer-Mentes rebelles subjice-Tuoq11e arnore devios-OviLe in 1.m1Lrri congrega (171). CUATRO TÉMPORAS.-Son los miércoles. viernes y sábados quP cuatro veces al año. al empezar las estaciones, se celebran como días de oración y penitencfa en la Iglesia occidental. No se sabe con certeza el origen, pero San León Magno defiende que son de tradición apostólica y que antiguamente era una práctica judaica ayunar el cuarto, quinto, séptimo y décimo mes (172). Es una de las tradiciones más venerandas del año eclesiástico. Las cuatro Témporas, desde mucho tiempo, están en relación con la admi– nistración de las sagradas Ordenes. En los primeros siglos se con– ferían por lo regular en el mes de diciembre; por esto se dice en la historia de muchos Papas: Fecit ordinationes mense decembri ... En este mes en que nació Jesús, el Supremo Pastor y Sacerdote, la Iglesia engendraba los obispos, sacerdotes y demás eclesiásticos. Ahora se confieren con más frecuencia y también en otros días. En el Pontifical Romano se hallan las hermosas ceremonias y oraciones de las diversas Ordenes; pero son particularmente con– movedoras la Ordenación de Presbíteros y la Consagración de Obispos. Allí se indican las condiciones que deben tener, las vir– tudes y ciencia que deben poseer y los oficios que deben cumplir. De la dignidad sacerdotal y -episcopal nace necesariamente el es– píritu misionero en los nuevos cooperadores del Supremo Misio– nero enviado por el Padre. (170) Ofic. Ascens. Antihp. II Visp. (171) Hymnus ad I Visp. (172) Cfr. MARIO RICHETTI, Storia liturgica, t. II, pp. 29-33.
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