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CAP. II.-FUNDAMENTOS THADICIONALES 105 licidad. O Ernrnanuel, Rex et legifer noster, expectatio gentium, et Salvator earum; veni ad salvandurn nos (151). Por fin llega el momento deseado del Naciniiento de Jesús, et Verbuni caro factum est et rabitavit in nobis (152); llegó el mo– mento de realizarse el rnysterium Christi (153), el sacrament1lm absconditum a saeculis in Deo (154), el magmlm pietati~ sacrarnen– tum (155). El Rey pacífico, por todas las gentes deseado, aparece visiblemente vestido de nuestra mortalidad, para revestirnos de su inmortalidad. On descendientes de Adán: Levate capita vestra, quoniam appropinquat redemptio vestra (156). Alegraos todos y cantad con la Iglesia: A solis ortus cardine-Ad 11.sque terrae li– mitem - Christum canamus Principem- Natum Maria Vir9i– ne (157). A este hombre que aparece entre los mortales, Dios le dió «un nombre que es sobre todo nombre, a fin de que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y en e1 infierno ; y toda lengua confiese que el Señor Jesucristo está en la gloria del Dios Padre» (158). Y efectivamente: no sólo los humildes pastores de las cercanías pasan a Belén para adorar al Rey recién nacido; sino también los Magos del lejano Oriente vie– nen a ofrecerle ricos presentes, cumpliéndose la profecía que dice: «Leva in circuitu oculos tuos, et vide: orones isti congregati sunt, venerunt tibi: filii tui de longe venient, et filiae tuae de latere surgent. Tune videbis, et afflues, mirabitur et dilatabitur cor tuum, quando conversa fuerit ad te multitudo maris, fortitudo gentium venerit tibi: Inundatio camelorum operiet te, dromedarii Madian et Epha: orones de Saba venient, aurum et thus deferentes, et laudem Domini anuntiantes» (159). La litúrgica conmemoración de la fiesta de la Epifanía. o sea manifestación de Dios a los gen– tiles, es esencialmente misionera. B) CrcLo PASCUAL.-Del ciclo Natalicio pasamos al Pascual. Para pasar de la Navidad a la Pascua, la Iglesia ha querido for– mar como una especie de atrio antes del tiempo de Cuaresma, por los domingos de Septuagésima, Sexagésima y Quincuagésima. Los tres Evangelios nos presentan una vasta perspectiva de los tiempos que se aproximan: En el primero recibimos la invitación de Dios para entrar en la viña de su Reino; en el segundo, el Di– vino Sembrador arroja la semilla en el campo del mundo para recoger sus frutos: en el tercero viene la iluminación espiritual, (151) Antipli. Majares, 23 diciernbr. (152) Joan., I. 14. (153) Eph., III, 4. (154) lbíd., III.. 9. (155) I Tim., III, 16. (156) Luc., XXI, 28. (157) Hymnus ad Laudes. (158) Phi!., II, 9-11. (159) Is., LX, 4-5.
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