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100 P. r.-MISIONOLOGÍA DOCTRINAL prendió. Uno de los títulos más gloriosos con que ha pasado a la Historia es ser llamado con razón El Papa ele las Misiones. El 4 de junio de 1922, fiesta de Pentecostés, pronunció en la Basílica de San Pedro una espléndida Homilía, exaltando la Congrega– ción de Propaganda, cuyo tercer centenario se celebraba (124). En su Encíelica programa Ubi arcano Dei, del 23 de diciembre de 1922, escribía: «Ex hac vero Apostolicae Sedis arce circum– spectantibus Nobis, nimis adhuc multi occurrunt, qui vel Chris– tum penitus ignorantes vcl non ejus integram germanamque doc– trinam, praescriptamve unitatem retinentes, necdum sunt de hoc ovili, ad quod tamen divinitus destinantur. Quamobrem, qui Pas– toris aeterni gerit vices, facere non potest qui et iisdem studiis infiammatus, casdem oves usurpent, brevissimas illas quidem sed amoris atque indulgentissimae pietatis plenas: Et illas (oves) oportet me adclucere (Joan., X, Hi)» (125). Para el Año Santo ordenó la lVlagna Exposición Misional Vaticana (1925), donde plás– ticamente se representaron todas las culturas de los pueblos y los trabajos del gran ejército misionero de la Iglesia Católica. Como resultados permanentes del grandioso acontecimiento que– daron el 1vluseo Etnológico Misionero de Lctrán y el enriqueci– miento de la Biblioteca Misionera de Propaganda Fide (126). Siguió luego su inmortal Encíclica misional Rer1lm Ecclesiae, del 28 de febrero de ln26 (127), en la cual manifiesta el vasto pro– grama de evangelización, repitiendo que el fin principal de la iglesia no es otro que hacer participantes a todos los hombres de los frutos saludables de la redención, extendiendo así el reinado de Jesucristo por todas partes. Neque enim ad aliud nata Ecclesia est, nisi ut, regno Christi ubique terrarum dilatando, imiversos homines salutaris redeniptionis participes efficjat (128). El Pontí– fice de las Misiones confirma y declara sus pensamientos acerca de los problemas misionales en su Carta Apostólica a los Vicarios y Prefectos Apostólicos de la China en 15 de junio de 1926 (129), y en el Mensaje al pueblo chino de 1 de agosto de 1928 (130). Pío XI no olvidó la Iglesia oriental, como lo demuestran la Encíclica Mortalium animos, del 6 de enero de 1928 (131), y Rernm Orientalium, del 28 de sep:ic>mbre de Hl28, que tienden a la unión de los hermanos separados (132). (124) Act. A]). Sed., 1922, t. XIV, •pp. 344-34ll. (125) Cfr. Act. Ap. Sed., 1922, t. XIV, p. 697. (12fi) Cfr. Act. A¡,. Sed., Hl2G, t. XVIII, p. 67, 47!l. (127) Act. Ap. Sed., l!l2G, t. XVIII, pp. 65--B:J. (128) Ibíd., p. <i5. (129) Act. A¡). Sed., 192G, t XVIII, pp. :m4<l07. (130¡ Act. Ap. Sed., t. XX, pp. 245-24{;. (131) Act. .4.p. Scd.,192G, t. XX, pp. 5-16. (132) Act. A]). Sccl.,1928, t. XX, pp, 277-278. Cfr. P. G. B. TRAGELLA, Pío XI Papa Missionario. Ricardo ele! Giullilco Sacerdotalc del S. Padre (1879-1929). Es una colec– ción de los documentos misionales de Pío XI lln~ta el afio Hl29. inclusi\·e.

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