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CAP. II.-FUNDAMENTOS TRADICIONALES nistarum. Por consejo de San Agustín y con cartas de recomen– dación visitó a San Jerónimo en Palestina y le ayudó en su lucha contra el Pelagianismo. De regreso a España se enteró de los ru– mores de guerra en su patria y se volvió otra vez al lado de San Agustín, quien le movió a escribir: Historiarmn ad versus paga– nos libri septem, terminados ya el año 4:18. Estos siete libros, es– critos con erudición y elegancia, son como un magnífico himno providencialista de la victoria del crisfümismo a través de todas las edades. Como dice en la prefación: «Nactus cnim sum prae– teritos dies non solum aeque ut hos graves, verum etiam tanto atrocius miseros quanto longius a remedio verae rdigionis alie– nos; ut merito hac scrutatione claruerit, regnasse mortem avidam sanguinis, dum ignoratur religio, quae prohiberet a sanguine: ista alluscente, illam constupuisse ; illam concludi, cum ista jam prae– valet; illam penitus nullam futuram, cum hae sola regnabit» (84). Toda su obra está penetrada de un fondo providencialista cristia– no, como se observa en el título del libro VII, capítulo I: «Unum solum verumque Deum omnium conditorem atque adeo poten– tiam suam ac patientiam suam, hoc est Chri,:.tum voluisse hom i– nibus innotescere» (85). La misma idea providencialista se ma– nifiesta en esta sublime frase: «Quamquam si ob hoc solum bar– bari Romanis finibus immissi forent, quod vul:~o per Orientem et Occidentem Ecclesiae Hunis, Suevis, Vandalis. et Burgundionibus diversisque innumeris credentium populis replentur; laudanda d adtollenda misericordia Dei videretur, quandoquidem, etsi cum labefactione nostri, tantae gentes agnitionem veritatis acciperent. quam invenire nisi hac occasione non possent» (86). 115. 11) San Isidoro de Sevilla.-En la conversión de los sue– vos de Galicia y Lusitania tuvo mucha parte San Martín Dumien– se, como en la de Recaredo y visigodos intervino San Leandro, Arzobispo de Sevilla. Le sucedió en esta sede metropolitana su hermano menor, San Isidoro, que nació en 560, según algunos en la misma ciudad; según otros, en Cartagena. Adornado de exce– lente ingenio y extraordinaria memoria, adquirió una vastísima erudición clásica y patrística, siendo la figura que mejor simbo– liza la cultura de aquel tiempo. El VIII Concilio de Toledo, cele– brado en 653, le llamó Doctor egregius, Ecclesiae novissim.um de– cus, reconociéndole la Iglesia con este título por decreto de Ino– cencia XIII en 1722. Además de su actividad apostólica para desarraigar el arrianis– mo, robustecer la disciplina eclesiástica y detener la marcha de la herejía de los acéfalos, que amenazaba la provincia Bética, escribió (84) Praef., P. L .. 31, C68. (85) Ibírl., lib. VII, c. 41, P. L.. 31, 1108. (86) Ibíd.

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