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88 CARTAS DEL BEATO DIEGO JOSÉ DE CÁDIZ Hice en Cádiz la Santa Misión y me aseguran que se dignó el Señor de usar de sus misericordias con aquel pueblo y con muchas almas en parti– cular. La que se hizo á los señores de las Iglesias protestantes fué singularí– sima. Fué de cinco tardes, y puedo decir con verdad que en cada una vi un prodigio, porque subiendo al púlpito sin más preparación que haber leído una ó dos veces los gravísimos puntos de controversia, sin colocación, or– den, etc., hablaba dos horas ó lo que menos hora y media con admiración mía y sumá satisfacción y complacencia de los oyen tés. Asistió á estos ser– mones un crecido y escogido concurso de las primeras gentes de la ciudad, ocupando el primer lugar los protestantes y los Cónsules de todas las res– pectivas naciones. El modo de la predicación fue amable, caritativo, y con grande urbanidad y suavidad no aparentada, sí muy de corazón, y esto con el peso de las razones y la gracia del Señor, los atrajo e_n tales términos qué, hechas las tres primeras tardes, manifestaron deseos de oir más, y se señalaron otras dos. Por éstas ocurrió algún disgusto á uno de los Cónsu– les ocasionado de algún joven poco reflexivo, y se determinó omitirlas; pero me llené de asombro y de consuelo sabiendo que los mismos protes– tantes se lamentaron de esto, é instaron para que se hiciesen las dos pláti– cas, como efectivamente se hicieron. Algunos se han reducido enteramente. De éstos llegaron á mí tres, uno de ellos Cónsul, sujeto de bastante ins– trucción y juicio, y me aseguraron quedaban convencidos y desvanecidas · sus dudas 1 • Un Vicecónsul 2 me aseguró por dos veces que, por lo menos en la hora de la muerte, se reconciliarían con la Santa Iglesia todos los que habían oído las pláticas. Sea Dios bendito y glorificado para siempre. El día siguiente á la última plática fué con su Cónsul una Diputación de los señores hamburgueses á darnos las gracias; y éstos mismos dieron 300 pesos para que él los repartiese de limosna entre los pobres. No cabe en expresiones, hermano de mi alma, lo que estos hombres han dicho y dicen en alabanza de la palabra de Dios que han oído y del vilísi– mo é inmundo instrumento que se la ha comunicado. Basta saber que uno de sus Cónsules dijo hablando con ellos, á presencia de algunos católicos: A este Padre conviene traerlo á Cádiz. una vez. todos los años, por lo me– nos, para que á nosotros nos predique. Estoy cierto de que no lo diría si me conociese; mas han oído á Dios y no á mí. Si alguien ha querido ha- 1 De este seño_r llamado D. Andrés Fesser, Cónsul de las Ciudades Anseáticas, me ocupé ya en el otro tomo de Cartas de Conciencia, tantas veces citado, pág. 482. 2 El original dice: Vi,;:consul.

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