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1797 79 Se entiende estando tú allí para recogerlos inmediatamente. Dios lo dis– ponga como sea ¡.nás de su divino agrado. El caso de las habas I me lo escribió, y en respuesta le encargué que de su porción, sacase 15, y las ofrec;iese á Nuestra Señora en reverericia de los r5 Misterios de su Santísimo Rosario, y después de comulgar pi– diese que las tres cuartillas que le habían dado las bendijese su Majestad de. modo que pudiese socorrer con ellas á los pobres en todo este invierno y le durasen hasta la siguiente cosecha; y parece que así va sucediendo. Dime si es temeridad ó tentar á Dios el encargarle que pida á su Majes– tad estas y otras cosas de igual naturaleza. Yo estoy creído en que nada le ha de negar de lo que le pida, y fundado en esto, procedo así. Tengo para mí que has hecho bien en haber pedido esa licencia por tres meses, para entrar, salir, ir al campo, ó Carmona, y ojalá que te alargases á Jerez á ver de cerca á aquel conjunto de prodigios, y esposa de Nirnstro Señor Jesucristo. Para ir allá, todo el camino es arrecife, y no hay que t::mer los malo~ caminos. Piénsalo, hermano de mi alma, y déle este consuelo á aquella grande alma, que yo estoy 3eguro lo tendrás gran– de. Espero que me lo avises si á ello te resolvieres. No profanes la santidad de una capilla, de un altar y de una imagen con los papeles de un aborto del abismo. Mejor resolución será que– marlos 2 , etc. 1 El hecho de las habas milagrosas lo cuenta la sierva de Dios con su natural candor en una carta, sin fecha, dirigida al Beato Diego, que debió escribirla en 1797. De dicha carta es el ·párrafo que á continuación copio, corregida la ortografía. Dice asi: «Un día vino un. pobre muy afligido diciéndome que tenía un habar que estaba muy hermoso y que en un instante todo se había perdido, y q·ue estaba negro. Yo le dije:-«Vaya usted, hermano mío, y no se aflija; ponga »usted su alma limpia de culpas con propósito de no pecar más, y confiado en este Niño (era el »de.! Oratorio que se llama el del Ratón) y cogerá bastantes habas.» Yo le pedí al niño; hizo una confesión general... á los dos días fué á ver 'sus habas y se halló sin aquella gran.de epidemia; ,cogió sus habas, buenas y muchas, y vino á decir que eran para mí y dispusrera yo de ellas. Yo le dije que el Señor se las había dado porque se apartó de pecar, y que si seguía siéndole fiel á su Señor todo le sobraría, y sigue muy bien. Padre mío: este pobre hombre está empeñado en que me ha de traer todas las habas, y me trajo cinco cuartillas; no paro de darlas á los pobres y ·todavía tengo algunas...» 2 El P. González, apreciando en lo que valía el autógrafo de la Novena de Santa María . Magdalena, escrita por Fr. Diego de Cádiz, lo guardó con esmero en el camarín de la Santa, y á eso da lugar los extremos de humildad que revela el párrafo anterior. Hasta el presente no he podido dar con el indicado autógrafo. No ha mucho que alguien, ·poco discreto, tomó de un armario (en Ecija) varios manuscritos relacionados con el P. Gonzá– lez y el Beato Diego, y sin hacer siquiera el donoso escrutinio que de los libros de caballería de D, Quijote hicieron el Cura y el Barbero, formó con ellos un rimero y les pegó fuego en el co– ·rral, ni más ni menos de lo que querían el Ama y la sobrina del famoso Hidalgo que se llevase á cabo con los empecatados libros de caballería. ¿Quién sabe si el autógrafo de la novena en .cuestión fué entonces pasto de las llamas?

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