BCCCAP00000000000000000000614

68 CARTAS DEL BEATO DIEGO JOSÉ DE CÁDIZ nada por mover con repetición y aun necedad; pero no pareció. En la ma• ñana que salió el padre para Jerez, tomando chocolate en nuestra celda, le pregunté por él y me dijo: No ha parecido. ~legó después á Jerez, y á la hora de estar allí se lo dió la Beatica que allí vive, que era su hija, diciéndo– le que un pobre llegado á la puerta se lo había dado, diciéndole: Toma ese canutero que le han hurtado á tu Padre en Ecija, y me añadió el padre que la dicha Beatica hab{a estado presente al sermón que predicó en la tarde del domingo de las Rosas, la que le dió individual noticia de cuanto había pa– sado. De esto te puedo dar las cartas, y lo que no dicen ellas me lo dijo aquí. Para prueba de la devoción de nuestra dulce Madre puede servir lo que vi, pues en tocando la Oración se hincaba de rodillas, aunque fuera en medio de la calle, como sucedió conmigo en una plazuela de esta ciudad. En el sermón que el padre predicó. cuasi todo fué llorar y decir: c<¡Madre mía! ¡mi Madre!>) y otros semejantes, con lo que también lloraban los demás. Luego que se supo que predicaba el padre se conmovieron todos sin saber quién les dijo que predicaba un padre que era Santo, y á esta pro– porción fué la concurrencia; aquí todos lo veneraron y me fué preciso cuasi á fuerza una tarde sacarlo de los que le cercaban. Nunca lo vi fuerte sino para resistir una falta de caridad, me parece ligera ó cuasi ninguna en el que la dijo, y fué preciso no poco para que se sosegara, haciendo ver lo que la caridad nos obligaba, lo cual me sirvió á mí de dechado y doctrina. Las dos veces que aquí estuvo, siempre como pudiera estaba solo, y or– dinariamente en la Iglesia, cerca del Sagrario ó capilla del Rosario, espe– cialmente de noche. Yo lo observaba, y siempre me pareció que aquel hombre estaba fuera de sí ó como abobado. ¡Oh, quién tuviera su bobería! En la discreción lo admiraba; sucinto en sus respuestas y siempre con el medio de la prudencia, sin inclinarse jamás al rigorismo, y siempre con firmeza en aconsejar lo bueno. Por mí le consulté una operación de cierto religioso en orden á la pobreza, por si yo me había engañado; pero lo hallé con la fortaleza que cuasi no esperaba, sin aprobar nada.de lo que in– tentaba el tal, y mandándome que á nada concurriera, aunque yo estaba en lo mismo y lo había significado. Con todo, admiré el amor que tenía á esta virtud, cuanto abominaba el vicio (y sus más ligeros visos) de la propiedad, y cuán prolijo era en la observancia de este preciso y precioso voto.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz