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58 CARTAS DEL BEATO DIEGO JOSÉ DE C.-\DIZ formarnos. Yo sigo sin novedad, á Dios gracias, y mientras tú cantas y escribes Lamentationes, carmen, et vae ', etc., porque nunca sales de aquí, yo sueno como la tambora de la tropa, dando voces en la novena que acabo de predicar de nuestra Madre Santísima de la Paz, por el tono del villano que le dan, etc., erre que erre; lo de antaño, hogaño, etc. Así vamos pasando por salir del día, y en los intermedios lindos torreznos y buenos bocados de bizcochos. ¿Qué tal? ¿No va· esto bueno? Pues este es tu hermano, con quien tanto lamentas tus regalos, que no llegan á la mitad de los míos. Déjate de melancolías y comamos, por Dios, alegremente: Quoniam omnis creatura Dei bona est. ¿Son tus pecados tan gordos que necesiten redi– mirse. con limosnas? Pobre de mí, que no tengo que dar sino miserias y malos ratos, y aliunde, como gallego, me cuesta mucho aun el dar los bue nos días. ¿Para qué me haces esa pregunta si me comprende aquélla: Tracta: cum viro livido, de gratiis agendis 2 (Eccle. 37-12). Por~ue soy Gallego Meco, rábano seco, canuto hueco, etc. Ea, anda, vete al lib. n de la vida de mi venerable y amadísimo P. Posadas, y desde el cap. r 7 en adelante encontrarás la respuesta, la que por los días en que llegó tLi carta estaba yo leyendo de noche á la familia 3. ' 1 Estas p1labras latinas están tomadas del capítulo II, versículo 9, de Ezequiel, y dicen en castellano: Lamentaciones, cánticos y ayes. 2 Esta cita no está tomada al pie de la letra como es costumbre hacerlo; indica el sentido nada más. Consulté á la Vulgata y algo aclara el P. Scio en la nota 10; pero no me di por satisfecho. Compulsé detenidamente la Traslación de las versiones asiática, siríaca y la cono– cida de los Setenta, y ninguna se ajusta á las palabras del Beato. De buen grado pondría el texto de cada cual, si no fueran muy largos, en espec¡:ial el siríaco y el arábigo. 3 Fácilmente se colige de todo lo dicho jque esta expansiva carta, impregnada de suaví– simo espíritu de caridad, la escribió su esclarecido autor para co::ifortar el desalentado pecho del buenísimo P. Gonlález, enfermo é inapetente á la sazón. Es admirable el decidido empeño que pone para ocultar las prendas soberanas co2 que á Dios plugo adornarlo, no dejando ver en. él más que las miserias humanas. Que fué el orador más popular y de más resonanci.a de su época, lo afirman unánimamente todos sus biógrafos; que su penitencia fué asombrosa, no hay quien lo dude. Ahí está:1 aún los espantosos i!lstrumentos con qwe maceraba su carne, algunos de ellos en preciosa vitrina, en el Convento de Sevilla, que no me dejarán mentir, y nótese de paso las palabras que se le escaparon en la carta anterior hablando de la comida: «Verdad es que mucha parte de esto no pasa dé la intención de los dantes.,, Hay sobrada razón para creer que eso de «lindos torreznos y buenos bocados de bizcochos» es un adorno de puro lujo, toda vez que no pasaba de la intención de los dantes; en una palabra, que siendo un gran santo penitente, por humillarse quería hacer ver que era glotón. Aparte de es to sería mucha sandez pensar que los santos no comían ni bebían, que no. eran cuerpos gloriosos; ahora que comían para vivir y no vivían para comer, y á veces an– daban á media ración, porque les dolía dar armas á su encarnizado y doméstico enemigo, que nunca dice basta. Los croquis originales de la novena de la Paz á que alude están en el Cuaderno 13 de Ideas panegíricas, desde el número I al u, pues el número 10 es un precioso esqueleto del sermón predicado en la mañana del 30 de Enero al Regimiento de Saboya. ¡Véase de paso lo que des– cansaba!

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