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. CARTAS DEL BEATO DIEGO JOSÉ DE CÁDIZ El quinto y último es donde, tratando del arcano de la oculta predesti– nación, se decía que, algunos menos piadosos atribuyen neciamente á ella . toda la casualidad de nuestros buenos ó malos actos; este fué yerro de la pluma, porque quise decir y digo toda la casualidad, etc., y así queda en– mendado.. Repito, hermano mío, que, si aun así tienen algún reparo estos puntos, los enmendaré como usted me diga. Hágalo usted por Dios y por el amor que me debe, pues creo que nos hablamos y comunicamos de corazón á corazón y con toda su verdad. Yo le envié ese papel para que, como pro– pio suyo y como interesado igualmente que yo en el bien de nuestros pró• jimos, lo censurase, tildase y corrigiese con el mayor rigor, hecho cargo de mi notoria ignorancia, y de que cuando escribía el borrador no lo re– pasaba por la prisa de despacharlo, ni tenía presente los trozos que iba re– mitiendo, y así podía haber en él repeticiones y otros yerros. Infinito he celebrado lograse usted la proporción de tratar al reverendo P. Maestro Ruiz, y que de resultas quedase bajo de su dirección, porque es de los pocos hombres grandísimos que se ven en nuestro siglo. Estos díqs he sabido que, predicando el padre en Jer.ez, se quedó extático, y lo vieron todos elevarse por los aires en el púlpito. Dios le conceda la perse– verancia necesaria y á nosotros igual dicha, después de su imitación 1 • r El M. R. P. Maestro Fr. Andrés Ruiz de Santo Domingo nació en Utrera el 30 de Noviem– bre de 1719, siendo bautizado el 8 de Di~iembre próximo. No pudiendo ser religioso franciscano en Sevilla, que eran sus sueños dorados, se dirigió á Jerez, tomando el hábito de dominico en aquel Real Convento el 30 de Diciembre de 1735, emitiendo sus votos solemnes con júbilo sin– gular de su alma el 31 de Diciembre de 1736. Fué hombre culto, estudioso, de muy peregrino ingenio y de los más salientes en santidad de aquella época. Intimó con el célebre P. Fr. Francisco Javier GC\nzález, y como este insigne Mínimo, tuvo el apreciable don de discernimiento de espíritus. Trató íntimamente al Beato Diego de Cádiz y dirigió varios afias á la extática Hermana Antonia de Jesús Tirado. Conservó hasta la muerte la virginidad y tuvo la dicha incomparable de oo perder la gracia del bautismo. Sus votos los observó con exactitud, siendo dechado de perfección y religioso perfecto. Tuvo el don de lágrimas, y cuando predicaba lloraba con tal ternura y triste acento, que el auditorio pro– rrumpía en amargo llanto. Su devoción á la Santísima Virgen fué tal, que bien puede contarse entre los Anselmos, Bernardos, Buenaventuras y Alfonsos de Ligorio. Es indecible el fervor con que rezaba el santo Rosario y cuánto propagó esta devoción. Murió en gran olor de santidad el día 2 de Enero de 1797 entre las ocho y nueve de la noche. La Oración fúnebre la predicó el Beato Diego, cediendo á ruegos muy enc:irecidos de la ciu– dad de Jerez, la mañana del 15 de Febrero de aquel año, y corre impres·a en el tomo rv de sus Obras, edición de Madrid. 1799. Es un cumplido elogio de aquel gran siervo de Dios, cuyo Pro– ceso de Beatificación y Canonización se dice están promoviendo y, ¡ojalá sea un hecho! Muchos, curiosos é interesantes datos sobre el P. Ruiz hay en las cartas autógrafas de la Hermana Antonia de Jesús Tirado, que conservan sus hijas en el Beaterio de Jerez y que yo he tenido ocasión de ver. En este Epistolario y en las cartas del P. González á la citada Hermana Antonia, coleccionadas en el tomo 7. 0 , propiedad también del Beaterio de Jerez, hay no pocos, Los restos de este·venerable están sepultados en la sacristía del Real Convento de Domi• nicos de Jerez de la Frontera.

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