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IO CARTAS DEL BEATO DIEGO JOSÉ DE CÁDIZ El último año de su vida con admiración de todos hizo los preparativos de la Novena y buscó .predicador, diciendo que aquel año no podría pre– dicar él, y á cuantas preguntas le hicieron para averiguar la causa, á otras tantas respondió sonriente: No,· este año no predicaré. ¡Tan convencido y cierto estaba de su próxima muerte! En efecto: rodeado de sus hermanos expiró dulce y tranquilamente en su Convento de Ecija el 22 de Julio, día de santa María Magdalena, .á la hora misma que las campanas repicaban para la Novena de su santa pre– dilecta, el año 1820. No he podido hallar el lugar de su sepultura, y acaso sea ya trabajo in– fructuoso buscarlo; mas, si sus venerandos restos esperan ocultos la re– surrección de la carne, la fama de sus célicas virtudes viven todavía entre los buenos, flotando su perfume purísimo sobre la corrompida atmósfera que respiramos. Ninguna obra suya conozco impresa, y sospecho que no la hay. A mis manos no ha llegado más que un crecidísimo número de cartas dirigidas, las más de ellas, á la gran sierva de Dios Sor Antonia de Jesús !irado, que, impresas, serían el mejor elogio del P. González, porque lo acreditan de aventajado maestro espiritual y de versadísimo en divinas y humanas letras. Dichas 1 cartas son un abastadísimo arsenal de datos curiosos que no dicen poco con la Historia de aquel tiempo. ¡Lástima grande que tan olvi– dadas estén! Bien merece el P. González que se dediquen á su memoria muchas y muy brillantes páginas, y con mil amores me detendría yo en celebrarlo si esto no fuera incompatible con la índole del presente trabajo, de suyo reducido. Gustosísimo he puesto la primera piedra de lo que pudiéramos llamar pedestal de su gloria, rindiéndole así (bien que no á la medida de mis deseos) el tributo de gratitud y justicia que mi Orden le debe, por lo mucho que amó y auxilió al Bto. Diego. Es de esperar que alguien tome carta en este asunto dando á conocer todas las del meritísimo Padre. Yo, aquí, hago punto y termino, porque otras noticias suyas que me será dado apuntar, las daré á conocer en las notas de las cartas que han sido ocasión de este esbocillo biográfico. FR. DIEGO DE VALENCINA. r La mayor p1rte se conservan en el Beaterio de las Terciarias Dominicas de Jerez de la frqntera; otras, mµy pocas, obran e11 mi poder.

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