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~soo 127 No puedo más. Soy tuyo de corazón y te deseo completo alivio en tus males. Manda lo que quieras y encomendémonos' á Nuestro Señor, .á quien ruego te me guarde muchos años ·en su divino amor y gracia, como lo apetece tu afectísimo hermano de corazót;i en Nuestro Señor Jesucristo, Fr. Diego José de Cádir_. P. D. - Mil cosas á mis hermanos y sobrinos, con l.a bendita Mag– dalena. J. M. J. Ronda 13 de Junio 1. Amadísirp.o hermano de mi alma: Ya me tienes aquí para lo que quie– ra_s mandarme. He venido cansado y con tan pocas fuerzas que fué nece– sario omitir los deis últimos sermones de la Santísima Trinidad, de que , estaba encargado en Sevilla. Aquí me trato y dejo tratar con tantos mimos que ya es una vergüenza; No hay Narciso con que poder compa.:. rarme. Lo más bonito es que el amor propio lo quiere canonizar de virtud, porque. me dicen que es de conciencia. Ríete de mí, ó, por decir mejor, compadécete de un espíritu más que afeminado, y acaba de conocer que es más que fiero monstruo tu ruin hermano. ¡Cuánto diera yo porque tú te cuidaras así! Tu gravísima necesidad lo exige de justicia, mas no tengo ni aun la esperanza de que te resuelvas á ello. Tanto como tú nece.sitas eso necesitaba yo de una tranca que me avivase un poco y me hiciese dejar tanta poltronería. Ahora nada hago sino comer y dormir 2 • Ya ves que esta vida tan ani– mal necesita de muchas oraciones. Cuento con las tuyas y con las de tus hijos, y esto me consuela infi~ nito, aunque conozco que ellas solas no pueden sin mí salvarme. 1 Esta carta no lleva el año en que se escribió; pero no hay duda que fué en 1800, cflmo s~ desprende del contenido de la carta anterior, y aun de ésta. ,•. Además, al P. Alcover escribió con fecha 13 de Junio de 1800 una carta que dice: «..... Acabo de llegar aquí de mi largo viáj e á Sevilla, desde donde no pude escribir ni contestará la suya.» 2 Y tr~bajar, añado yo, pues apenas llega y descans·a unos días, vu.elve á la tarea del púlpite con el mismo empeño y ardor que antes. Cuánta y cuán profunda humildad revelan los conceptos de esta edificante epístola !1º hay para qué encarecerlo, basta leerla detenidam~nte. Ni crea nadie que raya en exageración al apostrofarse tan duramente, porque Jesucristo nos dice que después que hayamos cumplido nue~tros deberes como buenos, nos juzguemos por siervos inútiles,

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