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l799 Para esto te remito cuando puedo mis borrones, y me· sucede que cuando salen de tus, manos corregidos, quedo consoladísimo y con omnímoda se– guridad; y; al ¿ontrario, cuando disimulas ó dejas pasar .algo que no es conforme á tu modo de pensar. Créelo así, hermano mío, y nada disimu– les ni dejes de .enmendar, para que yo quede tranquilo. Por el modo con que te expresas sopre el Decreto Real conjeturo que he pensado yo coq-10 tú, aunque no con tanta comprensión \}Í con tanta sinceridad. ,. ' He dicho algo antes de iritimársenos los repetidos rigorosos preceptow· generales y prbvinciales para que ni en público ni en se.creto hablemos de este asunto. Si tú no lo tienes, te pido encarecidamente por Dios que me des alguna luz. ó diga~ tu modo de pensar para mi. gobierno, porque no puedo redu– cirme á pensar bien de tales cosas, ni á disculparlas. No quiero errar; dime si yerro. ¡Qué sé yo si se fulminarán contra nosotros los anatemas que sobre los Montes de Gelvoá por la insensibilidad increíble con que oímos la muerte de nuestro Santísimo Venerado Padre y Señor Pío V~: Quasí non esset un• ctus oloe 1 /¡Oh execrable impiedad de nuestro degradado y depravado siglo! La Hermana An:toni.a me ha el.icho que á la una del día mis~o en que falleció Su Santidad vió su dichosísimo tránsito, y que, coronado con la corona del martirio, fue llevado al cielo en los gloriosos brazos de María Santísima nuestra Señora, ún pasar por las penas del Purgatorio. Estaba la Hermana sirviendo á la mesa á su familia y se quedó enajenada, de modo que parece lo advirtieron 2 • Ya he dicho á .ésta tu encargo de escribir, y hetnos quedado en que qui– tará el tiempo de otra cosa para destinarlo á esto. Es muy poco lo que he– mos hablado, y aun cuasi nada me ha dicho; por consiguiente, no he oído á la galleguita. 1 ¡Cómo si no. hubi'era sido ungido con el óleo santo! 2 La Hermana Antonia cuenta otra visión del modo siguiente: El día 3 de Mayo, estando acabada de comulgar, se me apareció una persona con el semblante que despedía de sí mucha hermosura y resplandor en su rostro, y era de un color rojo y anciano. Estaba en una cama y tenía sci.s Angeles, todos con seis alás, y con los semblantes de ellos veía que aquel alma to– maba aliento y se fortalecía. Estaban otros tres formando una hermo.sísima corona d·e unas ro-. sas de un color muy subido eucarnado. Yo pregunté: Hermanos míos·: ¿para quién estáis haciendo .esa corona? y me dijeron: Amiga mía, para el Vicario de Cristo, y es este que ves y esta es la co– rona del martirio que le espera, y es un Santo y muy querido de Dios. ( Vida de la Hermana Antonia, pág. 941. Cita esta carta, dirigida al Beato Di~go el 3 deJulio de 1799.)

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