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. 1799 121 Me ha sido de incomparable consuelo el poquito de alivio que logras. Dios sea bendito. Yo sigo con él, á Dios gracias; y con el de la e~peranza de que Nuestro Santísimo Padre Río VI no morirá hasta ser re~tituído á su trono: ¿esperas tú lo rnismO? Encome.ndémonos á Nuestro Señor Jesu– cristo sacramentado, en quien es tuyo de corazón: tu afectísimo hermano y sierv:o, Fr. Diego José de Cádi:¡_. J. M. J. Ronda 2 de Julio de 1799. Amadísimo hermano de mi alma: De indecible consuelo me ha sido la postdata que me pon~s en la tuya del 22 del pasado sobre la pronta vuelta de Nuestro Santísimo Padre á Roma para abrir la Puerta Santa, etc.; entretanto, su prisión y sus padeceres me tienen lleno de congoja. Se dice, que pidiendo nuestro EmbajaQ!or la persona de Su Santidad, sólo han hecho el suspender el infame proceso que le estaban formando. La Hermana Antonia rrie dice le han mandado qu.e precisamente vaya á confesan;e. á tu convento, y no sé si será mala inteligencia suya, porque dúdo que le hayas orclenado tal cosa, supuesta la distancia, su debilidad. y las variasestaciones de los tiempos. Ya te habrá escrito lo que le dijo el primero á quien llegó, por lo que me creo no le has señalado sujeto, y esto también me hace dudar .. Muy fatigada se halla la pobre. Dios la asista como lo hace y lo tocamos palpablemente. Me ha sido muy sentida la sen– tencia del asunto del padre Presentado Salas, por que no la miro tan fa– vorable como tú. Se da por bien hecho lo hecho con el Padre, y al señor mío nada se le dice, antes bien, se justifica su atentado con decir no había mérito en la comedia, etc, ¡Santo Dios!, ¿no es esto poner luz en las tinie– blas y en las tinieblas luz? Soy un bruto;· no lo entiendo. Adiós, hermano de mi alma, en quien es todo tuyo, Fr. Diego José de Cádi:¡_, en d Sagrarió reci•biendo al Amado Esposo de mi alma Sacramentado, y mientras, me clavaron un ·cuchillo por d lado del corazón y rasgaron la.carne, de suerte, que según me parece, tiene la herida una brecha bien grnnde, porque metí un pañuelo para sujetar la sangre y tenía más de tu arta la seña•l de la abertura. Así que 5e secó la sangre no la he visto más ni nada me he puesto; la túnica interior se ha pegado á la herida, y al .amado Señor Sacramentado le he dado las gra– das, porqüe ha querido sanarme solamente c.on la lana... Padre mío, esta fué la mujer que quería le dejara entrar en casa sin conocerla, y las muchachas no le dejaron entrar, y por eso me.dijo cuand0 me estaba hiriendo, que no pararía hasta verme muerta y enterrada, para quitar de el medio á una embustera y engañadora del pueblo.» (Vida de la Hermana Antonia, pág. 746,)

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