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1 799 II3 cir con nuestro Señor Jesucristo: Hxc est hora vestra 1 • Pidamos á Dios por esos pobrecitos deslumbrados, repitiendo de continuo: Ne projicias me ajacie tua 2 , etc., para nosotros. Aún no sé cuándo haré mi proyectado viaje, porque no he concluído la,Pastoral, y el dolorcillo de estómago, aunque lento, no acaba de des– alojarse. Aguardo también que el tiempo serene un poco. La,cubicrta de ésta te dirá el estado en que se hallaba la semana pasada 11uestr~ Hermana Antonia; Díos la asista. Si tienes ya en tu poder las Novenas, de Santa María Magdalena, en- víame tres ó cuatro por el correo. Siento la desazón que tienes con sus ·muchos y· grandes yerros. Son inevitables en no estando á la vista. Siento tus padcceres en mi alma. Su Majestad te asista y te dé la salud que ape– tezco. Ericomendémonos al Señor,. á quien ruego de continuo que te me Guarde .muchos añ9s en su divino amor y gracia, el que es tu afectísimo her– mano de corazón en Nuestro Señor Jesucristo, Fray Diego José de Cádiz_. J. lVL J. Ronda 16 de Abril de 1799. Amadísimo hei-maí10 de mi alma: He recibido las dos tuyas del 8 y r r del corriente, esta última con los tres ejemplares de la Novena de la Santa Magdalena, que te agradezco en mi corazón como es débido. Dios te pre– mie la caridad con que me tratas. Es cierto que ha salido muy defectuosa, como me dices, y yo he visto en lo que llevo leído, y que sus yerros son garrafales en gran .parte. No hay más remedio que la paciencia. Dios te la dé para cuant_o la necesitas. Deseo que t 7 pongas en cura, aunque siento entrañablemente tu 3 pena– lidad, á ver si logramos que te mejores de tanto pt\decer, que siempre me tiene cuidadoso y sobresaltado. Dios dé acierto á los facultativos. Mis malecillos, que con verdad merecen este diminutivo, siguen sin au– mento ni. disminución; se reducen. á un .dolor, no grande, de estómago, que ciertamente se formaliza todas las tardes á las tres horas de haber comido, desaparece en acostándome después de la cena, y suele apuntar con lenti– tud por .las mañanas desde las diez ó poco antes. 1 Esta es vuestra hora. San Lucas, cap. XXII, v. 53. 2 '¡No me arrojes de tu presenciá! Palabras que brotaron del córazón apenado de David cuando, al conocer su yerro, no pequeño, pedía á Dios, anegado en amargo llanto, la reconcilia. ción sincera entonando el éélcbrc Miserere mei Deus, que,han rrpetido con amargo llanto tantas gcncracionés !1'Ccesitadiis de la gran Misericordia de Dio$. 3 El original dice su. I I

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