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2 CARTAS DEL BEATO DIEGO JOSÉ DE CÁDIZ Creí, pues, Y. no me quivoqué, que algún provecho podría sacar de mis investigaciones en bien de la Iglesia y de la historia, y si lograba ai'ía– dir algún nuevo rayo de gloria á la esplendente corona del gran tauma– turgo del siglo xvm, Fr. Diego de Cádiz, mejor que mejor. Hoy, gracias á Dios, puedo afirmar que no he tenido mala ventura en mi empresa, porque tras larga tarea y fatigosos viajes, amén de no pocas horas gastadas en revolver papeles viejos, carcomidos por la- polilla, y en sacudir el polvo á multitud de legajos, he logrado hallar la mayor parte de los escritos de Fr. Diego de Cádiz y tengo la complacencia de publicar una colección de cartas del célebre capuchino, dirigidas á su amigo y con– fidente Fr. Francisco González, del Orden de Santo Domingo. Tales cartas estaban relegadas al olvido; nadie hasta ahora las conocía, ni los biógrafos de Fr. Diego se ocupan para nada de ellas. Y no es que carezcan de interés, pues tienen tanto y acaso más que las otras conocidas y publicadas; además de lo cual, sin ellas, no se puede esbozar fielmente el retrato psicológico del admirable capuchino, ni se tiene idea exacta de su carácter de santo franco, evangélicamente alegre y expansivo. Y aun en algunas de las dichas cartas hay tales ocurrencias y tal donaire, que re– cuerdan las de la mística doctora del Carmelo Santa Teresa de Jesús. ¡Lástima grande que hayamos estado tanto tiempo privados de lectura tan edificante y al par tan amena! POR QUÉ SE COMUNICÓ EL BEATO DIEGO CON EL PADRE GONZÁLEZ En el epistolario que ha poco publiqué, intitulado Cartas de conciencia que el Beato Diego José de Cádi{ dirigió á su director espiritual Don Juan José Alcover é Hige1·as, dije (y el menos avisado lo notará al leerlas) que la dureza y acritud con que este sei'íor trataba á su dirigido, produjo - en su ánimo tales angustias, que le coartó para tener con él trato intimo y familiar, reduciéndose sólo á lo oficial, digámoslo así, en vista de tanta dureza y tanto desabrimiento. Y Fr. Diego de Cádiz, que fuéhombre de varoniles arranques, de firme carácter y dotes peregrinas; que fué luz, guía y maestro para otros, era para sus cosas tímido é irresoluto como un nii'ío; no se fiaba de sí en lo tocante á su propio espíritu. Bien se echa de ver en sus prolijas y acentua– das lamentaciones, en los duros calificativos que se da y en los rasgos her-

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