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- 64 - ¡Ay de la casa o sociedad fundamentada en la desconfianza recíproca y en la cual una mitad se halla encugada de vigilar a la otra mitad! Cuanto más mal hay en nosotros más lo sospe– _clJamos en los demás. Dénos Dios un consorcio humano en que leyes y costumbres se basen en la mutua estimación. Esa estimación mutua, queremos repetirlo, debe ser el silabario del hombre que vive en comunidad. Huid la grosería. "Una persona cortés es el ornato de la comuni– dad; una grosera es en ella una mancha impertinen– te. Si me viera obligado a pasar mi vicia con un ser neC:io o un grosero, no vacilaría cn escoger al ne– cio: un necio puede ser bueno, un grosero es siem– pre egoísta y pérfido.» (Abate Sylvain). Sean todos nuestros actos inspirados por el co– razón y guiados y corregidos por la razón. Repitámoslo: corazón sin cabeza es como nave de vela sin timón. Cabeza sin corazón es como limón sin vela. Es más fácil contener que guiar el talento. Obremos con regular cabeza y con un buen co- razón. Un hombre que trabaja siempre y que tiene un ideal ante sí, será un hombre feliz y útil; después de cerrar los ojos, contento de sí mismo y ele los de– más, podrá esperar el premio ele la virtud. Todos tenemos un cielo a donde dirigir la mi– rada. Es indudable; para hacernos bLJenos y atentos
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