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dad; cuando marcha viento en popa y cuando en su barquilla sopla viento con"trario. (l) El espíritu humano es un libro de mil péí;;inas. El hombre perfecto no existe en la naturaleza, pero sí en· nuestra mente. Para serlo es preciso trabajar. Ese es el valor supremo. Eso es todo el hombre. Es F1ecesario arrojar a la tierra mucha simiente, aunque no puedan todas germinar al mismo tiempo. Unas nacen primero, otras nacen mucho más tarde; pero si la simiente es buena y la tierra la ha guardado, llegará su época para cada granito que hayamos arrojado al suelo. Pensemos cada día un poquito en nuestra per– fección moral e intelectual: las cosas en que cada día se piensa un poquito, maduran por sí. Despúes de haber errado, el único recurso es confesar el error y volver a andar el camino. (!) No resistimos a la tentación de acotar un trozo literario de un psicólogo que ilustrará este dato: · ,O. Eugenio, que goza de buena salud y disfruta pingiie fortuna, en las primeras horas de una mafiana de Abril, contempla embelesado las belle– zas de la Naturaleza, y acariciado por la fortuna, siente su alma embargada de gratisimas emociones y cree que hay justicia y verdad en el mundo, que los hombres no son tan malos como algunos los pintan, y que es una locura entregarse a la desesperación y al suicidio... Pero viene la tarde: el cielo se encapota, D. Eugenio sale a sus diligencias: el agua cae a torren– tes y se moja de piés a cabeza... Sobre una desgracia viene otra. Va poco después a ver a un amigo con quien tenía negocios que ultimar; este le recibe con desabrimiento. D. Eugenio quiere tomar precauciones; se ente– ra por sus amigos, pero ya era tarde; el falso amigo, el pérfido traidor ha– bía tomado todas las medidas para consumar impunemente una vil trai– ción. D. Eugenfo se desespera y lleno de coraje exclama: ¿Providencia? ¿dónde está la justicia de Dios?... (E. Ugarte de Esciela.), ¡Ctdntos D. Eugenios habría si se les volvieran las cosas del revés!

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