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- 59 - Por de pronto, no es fácil pensar con discreción, y el corazón que es bastante para amar, no lo es pa– ra elegir. A!< tomar esta medida de juiciq es preciso gu~r– darse de las primeras impresiones, erróneas con fre– cuencia, superficiales casi siempre. En los tipos vivos y emocionables son rápidas y fuertes las impresiones de simpatía y antipatía; se sienten al momento atraídos o repelidos; pern casi siempre se equivocan. Las duras lecciones que en este punto da la ex– periencia nos hacen más cautos y avisados. Cuando una.persona impresiona agradablemen– te, todo en ella se encuentra bueno, tod'o bello. Al medir su valor se exagera su belleza, su bon- - dad, su talento, y nos entregamos a ella en cuerpo y alma, ofreciéndole nuestra amistad. Andando el tiempo y quitado el color del vidrio simpático, nos causa vergüenza y tocamos a re– tirada. Otras veces miramos las personas a través do-l cristal de la antipatía, y en ella todo lo hallamos feo, todo malo e imperfecto, y con frecuencia no logramos ni aun disimular n_uestra repugnancia. - Así perdemos verdaderos amigos, a quienes ya no podemos pedir la amistad después de haberles demostrado nuestra repugnancia o aversión. Para juzgar a un hombre hay que mirarlo y es– tudiarlo por cara y cruz; cuando esté alegre y cuan– do esté triste; en tiempo de bonanza y de adversi-

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