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- 47 - apareció de improviso Jesús y, sentándose entre los dos, se dignó servir vino en una copa y llevarla a los labios del Santo. Es preciso leer las bellas páginas del hermoso capítulo de « La amistad en el claustro», escritas por Montalembert en el primer tomo de su Historia de los monjes de Occidente. Jesucristo mismo santi– ficó la amistad con sus relaciones con la casa de Lázaro, de la que hacía el centro de su apostolado en aquella región. Jesús tiene en verdad corazón de amigo. San Pa b!o les dice a los Filipenses: « Testigo me es Dios cómo suspiro por vosotros, con qué ter– nura os amo en las entrañas de J. C.» Y para ex– presar su afecto llámalos hen11anos queridísimos y añorados. No está prohibido tener un compañero cuyo talento y rectitud nos inspire confianza y amor, y a quien, como amigo, podamos comunicar nues– tras penas. La buena y sincera amistad es un rocío que Dios envía del cielo parn endulzar la amargura que los contratiempos elaboran en el cáliz de nuestro corazón. Reglas de amistad La amistad debe ser por D:os, en Dios, y para Dios... entabiada y mantenida no con la idea de molestar al prójimo, sino con la de buscar ayuda
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