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- 36 - Hay soledades que horrorizan, pero hay socie– dades que martirizan. Es preciso saber sufrir por Dios para gozar con Dios. · En las casas donde cada uno hace lo que quiere no habrá regla de caridad ni paz. JV\odelo acabado Es la casa de Dios un reflejo de la casita de Nazaret. José manda a María, y Jesús obedece a la ma– dre y a José. La dulce caridad de Nazaret dependió de que cada miembro de aquella primera casa religiosa tenía rns ojos en complacer al otro. José mandaba obedeciendo y se complacía en dar gusto a Je::-ús y a María. María obedecía buscando compiacer leal– mente a su marido. Jesús ern sujeto a José y María y :,ólo quería ver satisfechos a su madre y a su padre nutricio. En aquella casa no reinaba el egoísmo, antes cada cual trataba de servir y satisfacer al otro. ¡Oh qué dicha para una morada religiosa el guardar eftas reglas de conducta espiritual! En una casa donde se vive en caridad y armonía puede salvarse el que, de otro modo, se podría perder. La tranquila paz ele la concienci:t acrece, sube y vence en estas moradas de armonía vital.,

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