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- 475 - Las visitas pueden convertirse en una semente– ra de obras de bien. No seamos petulantes narranrJo sin ton ni son nuestras hazañas, ni seamos imprudente.,, desvir– tuando las narraciones ajenas. En el religioso está bien la moderación cuando se trata de panegíricos de casa, y cierta amplitud de criterio tratándose de ajenas empresas y cosas. No convfrtamos la visita en un debate por elevado que sea... Las declinaciones del yo... suelen sonar a pe– tulancia. En esto se debe tener prudente modera– ción: ni encojemos en caso de tener que narrar algo nuestro ni desmandarnos gozando en relatar episodios que son de nuestra historia privada. Podrá tener una excepción cuando nos consta que hay un verdadero interés por nuestro relato, y así nos lo demuestren repetidamente. Capítulo V. tl\odo de recibir las visitas Procuremos que al recibir las visitas las perso– nas que nos visite'n; se despidan plenamente satisfe– chas de· nuestra manera de recibirlas y de tratarlas. Hay religiosos que cuando van fuera desean ser bien recibidos y tratados, y cuando alguna visita les molesta en casa,, no saben lo que hacer para despedirla.

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