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- 473 - profano o lego en la materia, no como maestro, . tercie en la conversación y se muestre no del todo ignorante en achaques semejantes. Un religioso prudente, entendido y celoso tiene ancho campo de· sembrar el bien en tales casos. Debemos tomar estas necesidades y exigencias sociales como suplemento de nuestro ministerio espiritual. · ·No debemos convertir las visitas en simples pláticas o sesiones de religión, pero podemos y debemos aprovecharnos de esas ocasiones para revelar las bellezas de la Religión oportunamente. Hay misioneros que creen haber hecho más en bien de las almas con el trato y conversación fami– liar y culto, que con la palabra que hacían resonar en el púlpito (por lo menos visiblemente). Es cierto que hay muchísima ignorancia de lo que son los religiosos y que hay un poder inmenso de evangelización en la palabra familiar y en el trato correcto de Jos mismos. Hemos tenido casos de empezar por una simple visita y acabar por una vuelta absoluta a la religión de personas que nos desprtciaban o miraban con recelo. Estas demostraciones de celo discreto y sabio no pueden tener lugar en todas las visitas, pero en la mayor parte de ellas podemos sembrar pepitas de estimación re ligio~a. Nuestras visitas, pues·, no deben ser del todo seculares y profanas; pongamos en ellas siquiera

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