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- 462 - Cuando nos sintamos notablemente disgusta– dos debemos excusar el hacer visitas, a no ser a persona de absoluta intimidad y confianza. Puede visitarse a los amigos hospedados en casa donde no tenemos amistad. La comunicación ocasional en que tale~ visitas nos ponen con las personas de la casa, no obliga ni a ellas ni a nos– otros a darnos por conocidos en ninguna parte. Es impertinente preguntar individualmente por todas las personas de la casa que visitamos; basta informarnos de la que está ausente, de la que acaba de llegar o de aquella que sabemos que por ven– tura se encuentra indispuesta. Quien sabe leer en las fisonomías conoce luego la inoportunidad de una visita; cierto desorden que ha causado vuestra llegada; las crfadas que van y vienen y hablan al oído del amo, os dicen que no habéis llegado a tiempo; por tanto, en estos casos abreviad la entrevista cuanto podáis. Cuando la persona visitada cesa de hablar, o contesta con aparente impaciencia, o no pronuncia sino monosílabos, o llama a un criado para cosas que no atañen a la visita ni a vos, o protesta que está muy ocupada, os advierte que ha cesado ya el motivo de la visita y que, por ende, es del caso despediros. El placer o atención que recibimos de una visita trae· consigo la obligación de devolverla a las per– sonas iguales y la impone mayor a los inferiores respecto a los superiores.
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