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- 447 - explicarse. En este caso conviene evitar estas mo– lestias y en todo evento explicar el concepto equívoco. No faltan quienes dan desprecios a cada frase y quisieran recoger admiración: dan poco o nada. y se creen acreedores a mucho, y no recibiendo a proporción de sus pretensiones se irritan; es como quitn con poco dinero pretrndiera comprar níU- . chas joyas, o quien a pedradas quisiera obtener agradecimientos.· Ni es escaso el número de las personas que pierderi el tiempo tn quejas inútiles, en prepararse para la defensa contra quienes no se ocupan de ellas. Ha y que t vitar las prontitudes impulsivas. Es mejor ocuparnos en hacernos amables, en hacer alguna cos~ útil, o distinguirnos con algún mérito para alcanzar respeto y veneración. Algunos son brabucones, y para justificarse dicen que no titnen miedo al parecer de los demás. El respeto a la opinión pública es un estímulo para la virtud y un freno para el vicio. Es,· sin embargo, una locura hacer depender la felicidad propia, de la opinión eventual de éste o de aquél. No perdamos la ecuanimidad porque nos vea– mos impensadamente contrariados. Querer que nuestra conducta merezca la apro– bación de todos, es pretender que los mismos man– jares agraden también a todos. Convenzámonos que el falso juicio del vulgo

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