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- 445 - ambigua o equívoca y lo que puede ser martiri– zante para el delicado sentido moral. El hablador eterno se revela como persona su– perficial y de mengu-:do sentido común. Téngase en cuenta el refrán: «Al buey por el asta y al hombre por la palabra,. « A palabras necias, oídos sordos,. «Quien pregunta lo que no debe, oye lo que no quiere». «En boca del discreto, lo público es secreto». « Una aguja para lo bolsa y dos para la boca~. « Quien dice lo suyo, mal callará lo ajeno•. · Sed reservado, pero no lo seais demasiado, ni en todas las cosas. La disimulación no debe llegar sino hasta el silencio; nunca es permitido añadir a ella la mentira y la doblez. < 1 > Taciturnidad La taciturnidad recibe su tacha de inurbana de muy antiguo, pero es más cuerdo saber cal1ar que saber habiar. Es necesario la reserva para no exponer pensa– mientos que después sería imposible recoger, mas para esto no es preciso convertirse en mudo. (1) Luis XI, Rey de Francia, tenía la máxima antigua de <quien no sabe disimular, no sabe reinar>; pero de· la manera que él la practicó era máxima odíosa, que no fué sino una serie de astucias, de intrigas y de acciÓnes de mala fe, nacidas de la desconfianza y de la disimulación ex– cesivas.

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