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- 30 - «Rosas del amor» Encended en vuestro corazón es:1 lámpara de la caridad fraternal y sembradla de encantos y de poesía. Sí; sembrad el paso de vuestros hermanos con las rosas del amor. Educad ese amor y esa caridad bajo las mira– das de Aquel que dijo: «Lo que hacéis a esos po– brecillos hermanos míos, a Mí me lo hacéis». No os paréis en proyectos de amor; traducidlos en obras de benevolencia. No haya nido tan delicioso para el ruiseñor, ni cáliz de flor tan pura para la dulce abeja como debe ser el corazón de una persona religiosa para otra. Así se han formado los grandes santos de la ca– ridad que registra la historia. El Corazón de Jesús los ha formado semejantes a su mismo dulce corazón. Aun resuena su palabra de cariño: «Aprended de mí a ser mansos y humildes de corazón». La dulzura es una esencia de todo lo que hay de bueno en nosotros; es el efecto y la aplicación de nuestros sentimientos de caridad, de olvido de nos• otros mismos, de la suprema resignación y de la mutua consideración sostenidos por una gran ener– gía moral. La caridad educada y teñida de esta dulzura de

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