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- 27 - Debemos amarnos como la madre ama a su hijo, porque lo que no tenºemos de naturaleza nos lo suple la gracia. La madre ama con vigor, con ternura, con per– severancia. (ll Así debemos amarnos los unos a los otros. Sólo a título de este amor podemos dejar nues– tra existencia a merced de otros padres y de otras madres que los nuestros carnales. La educación de la caridad es un trabajo de estudio y de- oración. Hemos. de mirar a nuestro interior y examinar sus honduras, sus tendencias, sus condiciones; limar las asperezas que se opongan al dulce vivir en compañía de hermanos. Hemos de pedir mucho a Dios que nos conceda el don de amarnos mutuamente, según su santa voluntad. Vivir en el dulce encanto del amor es antici– parnos a los goces del cielo, sembrar pepitas de sacrificio, de las que brotarán las flores aromáticas del cariño fraternal. Educad el corazón al contacto del Corazóñ eucarístico. (1) Consíderese sifué sabio el Seráfico Padre al darnos tal modelo de amor. Seríamos más sabios nosotros si lo tradujésemos en obras, dando realidad al pensamiento y al ideal del Santo. El triunfo de la caridad, pintada por Rubens, está rodeado de ángeles porque esta caridad hace ángeles además de madres. Nótese que el sentimiento de la caridad es distinto de la amabilidad de caracter, pero ésta la abrillanta, es su poesía.

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