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- 24 - Finalmente, si bien se mira, a veces las peque– ñas cosas explican las grandes. «La petite chose eclaire quelque fois le grande.» Capítulo VII. Educación de la caridad. " Órbitas del amor La caridad es un bien celestial. Es un tesoro inestimable. Con ser tan propia de la vida espíritual, es del todo punto necesaria en las casas religiosas. La caridad esencial y cristiana no falta segura– mente en ellas, porque quien más quien menos, todos tratan de salvarse y de perfeccionarse. Pero la caridad educada y civil, como el brillo. · del diamante, se hace mucho de desear. San Basilio decía que debíamos de ser sensibles a los bienes y a los males de los hermanos. La Regla de San Benito ponía la hermosa cláu– sula: «Cbaritatem fraternitatis casto impendant amore.» (Cap. 72.) No nos contentemos, pues, con la caridad subs– tancial y teológica. (1) (1) Damos aquí por supuesto la teología de la caridad definida por Santo Tomás: «Virtus supernaturalis qua, super omnia diligimus Deum propter se, et proximum propter Deum," No asentimos a la teoría de Vicente Bolgani, que hacía objeto formal de la caridad a Dios, solo como sumo bien nuestro. Nos hemos fijado más en el aspecto filosófico-social de la caridad. Aquí podemos recordar lo que Jesús dijo a San Francisco: ,,Tú que me

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