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- 12 - El mundo guarda las formas externas por egoís– mo y por conveniencia, pero también necesita mor– tificarse. Tal vez se sufre más con las etiquetas y atencio- nes que impone el trato social mundano, que en la más austera Comunidad. Pero como lo hacen vana– mente y por vanidad, carécese allí del mérito de la virtud. Las almas religiosas deben observar las formas de educación social religiosa como medio de apro– vechamiento espiritual. La experiencia enseña cuánta mortificación es preciso practicar para conducirse noblemente con todos. Créese que el mortificado es el que, olvidando esta regla de buen vivir, se muestra en todo áspero y desabrido, pero es todo lo contrario. En estos caracteres la primera regla es hacer lo que les dicta su genio y temperamento. Hay mucha vanidad dentro de algunas austeri– dades exteriores... Hay mucho amor propio en el ejercicio de al:::: gunas virtudes singulares... El negarse a sí mismo es desconocido entre al– gunos de los que pretenden pasar plaza de morti– ficados. Para ser amable, condescendiente y agradable con todos se necesita mucha dosis de interna mor– tificación. < 1 > (I) Pero distingamos la condescendencia negativa que es debilidad, de la condescencia positiva que es fruto de la virtud y, a veces, del heroísmo,
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