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personas singularmente religiosas. No hemos hecho una exposición académica; hemos recogido del seno de la realidad algunas verdades y \ is hemos tra ~ado en forma de máximas o sentenciJs familiares. No hemos pretendido hacer un nuevo libro de piedad, pero creemos que este volumen está lleno de las inspiraciones de la piedad. No dejará de ser' un auxiliar poderoso de otros libros ele perfección que se leen en l¿js Comunida– des religiosas. La crítica pondrá, tal vez, algunos reparos en .este libro, pero no será el primero, y único que los haya merecido. Esiamos seguros que en las casas donde se guarden sus máximas podrá decirse: , Un angel ha pasado por aquí». Agradézcannos las almas buenas la voluntad con que les ofrecemos este ramillete de flores que, si no las colora la sonrisa del arte, llevan el perfume de la caridad y del espíritu. Lo que principalmente puso empeños en nues– tro corazón fué la frase de Dupanloup, de que a pe- . sar de la sencillez y de la virtud, sin la educación y urbanidad quedan comprometidos los asuntos más delicados. Y esta otra frase tan profunda como verdadera: « La falta de cortesía bien entendida lleva con frecuencia faltas de caridad». Con esto queda cerrado el prólogo y abierto el libro. 5! c!lufor.

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