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- 109 - prácticas, padecen también, generalmente, de ese achaque. Procuremos darles la fecundidad práctica C'O n un estudio d·etenido de nuestras responsabilidades en el estado religioso. El religioso ha de procurar no contentarse con esas «pequeFí.as virtudes» con que ciertos escritores están desterrando poco a poco de los Colegios y hasta de Conventos las tradicionales virtudes de la varonil ascética española. Como decía graciosamente un escritor castizo: «Esas «pequeíias virtudes» sólo han formado esas monjitas y esos frailecitos de cien Congregaciones, que no saben más que callejear.» No negamos su valor relativo y hasta intrínseco a dichas pequeñas virtudes, sino que nuestro empeño debe ser mayor en procurar servir al gran Dios de Santa Teresa, del B. Avila, del P. Granada, del B. Diego de Cádiz y de cien otros, en esta tierra de hombres, que parece convertido en tierra de chiquillos. Santificarnos, es apropiarnos la vida de Jesús y de sus Santos, y no debe ser una labor superficial y externa, sino que· debe adentrarnos y sepultar– nos en el más profundo abismo de nuestra nada para salir de allí vigorosos y valientes como Elías al comer el pan milagroso y subir el Monte Santo. No permitamos sobre todo t1aer ei alma en crisis, y en ruinas la virtud, con ese medio servicio espiritual. Alimentemos ideales nobles.
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