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105 Es cierto que nos domina una aversión marcada ál esfuerzo interior. La acción hacia dentro más que la acción hacia fuera nos desmaya y abruma. El entregarnos a las obras exteriores nos es r_elativamente fácil; pero el dominar y cultivar nues– tro espíritu, posesionarnos de él en medio del des– bordamiento de ocupaciones, eso es lo que no se hace sin los Ejercicios. Son ojeadas que lanzamos <lentrn del alma, lim– pios de todo deseo que no sea el bien delante de Dios. La esencia del Cristianismo, centro donde con– vergen su teología, su filosofía y su moral, no es otra cosa que esta verdad que el Catecismo nos enseñó en la infancia: « Dios nos crió, y nos crió para sí». Debe comprenderse bien esto para mirar todo bajo esa luz. Dios nos rodea por todas partes. Así como en el orden físico, cualquiera que sea el punto del espacio o del tiempo en que se desliza nuestra existencia, no es posible vivir y respirar fuera de la atmósfera que envuelve el globo terrá– queo y de la cual no podemos salir, así en el orden moral nos rodea Dios, y nos es imposible salir fuera de Él. «En_Éi vivimos, nos movemos y somos.» Los Retiros son la quietud del alma, < 1 > son re- (1) Becquer decía en el retiro de Beruela: ,Mi alma está tan serena como el agua inmovil y profunda. El mismo Napoleón en medio de su destierro, dice Walter Scott, se olvidaba de su caída y de su tristeza de Santa Elena, sentado bajo la sombra apacible de los frondosos llorones del valle de Haine.
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