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-X- veces por otros escritores, sin que por eso desme– rezcan lo más mínimo aquellos maestros. « El más bello de todos los libros es mi país», decía Mistral. « El más bello de todos los libros es el corazón,,, dice V. P., y va sacando del tesoro de la experiencia y de la observación propia lo que faltaba al estudio de los autores que avaloran el mérito del trabajo. El alma oculta que vaga por todas sus páginas debe ·inspirar el modo de proceder en toda ocasión y •coyuntura, enalteciendo la virtud con el firmísimo tejido de una educación atenta y sencilla, exenta de toda afectación y meros postizos, pero llena de la noble galantería caballeresca del Serafín de Asís y de la mística Doctora del Carmelo. Su obra se ve claramente que tiende a fomentar optimismos, a desterrar la grosería, que no podemos negar se ha refugiado en algunos claustros, oculta bajo la capa de austeridad y pobreza, y a extirpar todo género de incultura con que se encubren con demasiada frecuencia todas las pasiones y. violen– cias humanas. El alma religiosa debe actuar cons– tantemente sobre sí misma; pero sin olvidar el deber en que se baila de actuar también beneficiosamente sobre los demás, primero evitándoles las molestias, cuanto lo sufre la hmmna fragilidad, y después pro– digándoles cuantos consuelos esté en su mano prodigarles. Diverte a malo; fac bonum. Con razón llama un gran filósofo a la ignorancia grandísima enfermedad, la cual llega a hacerse

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