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- luO - ción que en la verdad». < 1) Eso ocurre a los adula– dores. A veces parecemos una especie de fantasmas religiosos por lo disminuído que se ve en nosotros, el sentimiento de la verdad, cuando la religión debe ser el culto de la verdad y ele lo verdadero. No se trata ele achacarnos mutuamente este defecto. Trátase ele reaccionar y de poner en jus– teza el juicio, la palabra y la obra. El vivir en el vestíbulo ele la eterna verdad, y no amar y adorar la verdad participada, cueste lo que costare, es cierta especie de traición al Estado religioso ... Voltaire, Crebillón, Campistrón están fuera de ese \'Cstíbulo, pero están dentro de su ambiente ... Ese ambiente enemigo de la verdad, donde lamen– tira está en escena, sólo es favorable a los conspi– radores y tiranos... por eso Voltaire y Crebillón eran trágicos... ¿ Quién podrá narrar los estragos de !a mentira? Las palabras no son palabras tan solo... revelan tendencias, aspiraciones más o menos extraviadas, y tienen su eficacia en las consecuencias. Hay pa– labras que no tienen rectifcación.:. Al momento de pronunciarse han hecho ya el mal, son como la pe– drada lanzada sobre un escaparate de cristales. (1) Waller había colmado de alaba112as al usur~aclor Cromwel mien– tras vivió, y compuso en Yerso su oración fúnebre. Al subir .1! trono Car– los ll, el ~oeta co1tesano le dedicó una pieza... Al leerla, el Príncir,c le echó en cara, que había hecho mejores versos al usurpador Cromwel. , Seí\or, respondió Waller, es que nosotros los poetas escribimos mejor en la ficción que en la verdad,,.
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