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- 93 - grande para mí; pero vuestra 11Jajestad es quien me ha hecho demasiado grande para mi casa.» Así para un reiigioso todo puesto, empleo o lugar es bastante; pero «su majestad la vanidad» le hace demasiado grande para cualquier puesto ... ¡Quién sabe si !levará sangre azul en sus venas!. .. Agatocles, subió, de simple ollero, a! trono de Siracusa; pero Rey y victoriOS\), quiso que siempre se ie sirviese con vajilla de tierra, diciendo: «Yo quiero que el recLierdo de mi origen rebata el orgu– llo que el vano aparato del reinado podía inspi– rarme». Bellas lecciones para el vanidoso. _ No siempre.será un deber el ocultar las buenas prendas y cualidades de que Dios nos haya hecho gracia. La prudencia ha de reguiar el discurso del que se vea en el trance de habiar de sí propio, con alabanza ... Sería ridículo el negar un hecho concreto o una cualidad palmaria por la que nos veamos elogia– dos; pero aun en este caso aprendamos de ios San– tos la moderación. El gran Canciller Turene no había sido vencido más que en un combate y este vencimiento le servía de píetexto para moderar las alabm1zas que no podía rehuir... Un día en que un gran personaje le pane– giriz?ba porque siempre salía victorioso, respondió: « Vos os habeis olvidado sin duda de que yo fuí vencido en Mariendad».

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