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- 89 - Capítulo XV. Vanidad y verdad «En la intimidad nadie se viste con frac y cor– bata blanca; se está en traje de casa." Yo hablo ahora en la intimidad de familia, con tranquilidad y franqueza, y debo declarar las cosas tales corno ellas se suceden. Hay en los lugares más santos infiltraciones del siglo. La vanidad como un soplo enervante, como un álito · del demonio, acomete a los espíritus más gigantes. El mérito vale lo que cuesta, y cuesta mucho adquirirlo y mantenerlo. La vanidad tiene sobre él, la misma eficacia que el ácido prúsico cuando se mezcla con los glóbulos de la sangre. La vanidad no sólo es ,el Jeminino» del orgullo, es el enemigo de todo mérito... Nunca nos llegamos a convencer de que los demás nos conocen sino cuando nos admiran algu– na burna cualidad que creíamos no poseer. Cuando se nos dirigen alabanzas que no mere– _cemo:'>, es que se tiene una opinión pobre de nos– otros... Es suponer que tenemos un gran fondo de vanidad o que somos ridículamente crédulos. El que fácilmente cree, como merecidas, las

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