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POR QUÉ PADECES 97 cual estás, naturalmente más cerca que los jóvenes. Piensa en El, háblale, que sea ta conversación en los cielos, ya que la tierra te empieza a faltar. Dios está cerca· de tí como está cerca de los que sufren. Siempre me ha parecido providencial esa última vi– sita que hace el dolor i,J hombre en los días de su an• cianidad. Es el más amargo de la vida; sin duda, por– que Dios quiere precipitar su purificación y ahorrarle al alma penas del purgatorio .. Piensa en Jesucristo. El h_a dicho Yo soy el Alfa y el Omega, el Primero y el Ultimo. ¡Consoladora ver– dad! El es el Primeroj el que se te apareció al amane– cer de tu inteligencia y de tu corazón y de tu palabra. Y el es el Ultimo, el que no se va, cuando todos se han marchado. Ya ves. No se ha ido. Ahí está, con los brazos extendidos en la misma casa en que has pasado tu vida y, tal vez, en la misma alcoba en que naciste. Tómate en las manos, besa sus llagas y anima tu corazón pen• sando en él y en lo mucho que ha padecido por tí. Cree, espera, ama, resiste un poco más tiempo, que ya va a llegar el día en que esa casa que resides y pa• deces será para tí lo qlle el peñasco para las águilas, el punto de arranque para lanzarte a las regiones de la luz, a cambiar tus dolores por alegrías, y las miserias de tu vejez por los triunfos y los goces de una juven• tud eterna. · 7

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