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P,oR QUÉ PADECES 93 importantes cbmo él se imagina; pero i,u debilidad ce-. rebral le impide reaccionar enérgicamente contra las id'eas lúgubres, y el resultado es a veces, sufrir mucho con cosas pequeflas. Y ¿rior qué habían de sufrir, hijo desanrensivo y desnaturalizado, por qué, habían de sufrir tus padres ancianos, ni poco ni mucho, pudiéndolo evitar tú con facil:dad? Y ¿por qué habiais de ser tú y los tuyos:pre– cisamente los que les hicierais padecer? Que los padres tiénen en esa edad rarezas, imperti– nencias, debilidades. Pues hacen como lo que son, y obligación tuya es el disimularlas y soportarlas. Que a veces no tienen razón ni en Jo que dicen ni en lo que hacen, ni en sus quejas ni en su llanto! Los padres siempre tienen razón, siempre; y si no la tienen, deben tenerla; es decir, hay que tratarlos con tanto ca· riflo como si la tuvieran. Cuando el padre y la madre no tienen razón, el hi– jo se la puede negar, pero besándoles antes la mano. • Rarezas, impertinencias, debilidades! ¿Yno las has tenido tú alguna vez? Porque si la ancianidad es la se– gunda niilez, la nifíez es la primera ancianidad. Y del mismo modo se tHanifiesta la una que la otra. No importa que la causa fisiológica sea diferente, y

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