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PoR QUIÍ PADECES 7 s~ria, con todas sus humillaciones. Para que no te entregues a una vida de perversidad, te ha tasado, digámoslo así, los céntimos que has de poseer; y como son pocos, y casi todos los vicios cues– tan dinero, tienes que ser necesariamente moderado. Esas son las cuatro inmensas ventajas que tiene la pobreza en relación con la salvación de tu alma, y des– de ese punto de vista debes considerarla, hermano mío. Pero me dirás: es que la pobreza trae consigo mu– chos sufrimientos, y yo no quiero sufrir. ¿Y piensas tú que los rícos no sufr~n? créeme que en el mundo hay penas para todos. · Si pudiéramos contar las horas de alegría que Dios ha concedido a la humanidad, veríamos que el mayor número ha tocado a las almas de los pobres. Al mirar tú la casa del poderoso y verla tan elegan• te, al ver sus habitaciones iluminadas, sus alhajas pre– ciosas, sus carrozas y sus lacayos, crees que allí sin du• da está ta felicidad. No lo creyeras así si en vez de ver las paredes, vieras lo!! corazones, si en vez de ver tos cuerpos vieras las almas. :'iro es lo mismo morar en un palacio que estar satis• fecho, pisar alfombras que ser feliz. La mayor parte de los sufrimientos humanos son comunes por necesidad a los ricos y a los pobres, pues

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