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86 POR QUÉ PADECES mas muchas veces: «Dios mío? ¿que va a ser de ellos, y qué va a ser de mi?» Bien pudiera ser, hermano mío, que no fuera gran– .de tu culpa; porque hay hijos que son como refractarios a toda educación; criaturas que parece que han nacido con doble cantidad de veneno en su sangre, como si hu- bieran pecado dos veces en Adan. · Arbustos que van ya retorcidos desde antes de apa– recer e.n la superficie de la tierra. Pero son excepciones; y por consiguiente, hermano mio, si tus hijos son malos, bien puedes atribuirte gran parte de la responsabilidad; porque tal vez has sido de esos padres condescendientes que se pasan la mitad de la vida mimando excesivamente a sus hijos, y la otra mitad sufriendo las consecuencias lamentables de ha– berlos mimadp. En todo caso, tus quejas son ya inútiles, porque, como suele decirse, no hay cosa más fuerte que lo hecho. Te queda el remedio reservado a todos los pecado– res, que es pedir a Dios perdón de haber pec!:!do. En la soledad del templo, cuando te halles en su presencia, dile con humildad: «Señor, oid mi oración. Soy un padre que no ha cumplido·con su deber. Los hi– jos que me diste para que les enseñara a ser buen.os y

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