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POR QUÉ PADECES 85 ninguno ama por eso más a sus padres, ni cumple me– jor con su deber. , «No permitas jamás que triunfe su amor propio ni una sola vez, y por ningún motivo. El no puedo del. hijo cabe disimularlo en alguna ocasión, aunque no ex– prese.la verdad. Pero el no quiero nunca debe quedar vencedor. · Jamás desautorices a tu consorte delante de los tu• yos, sino marchad siempre unidos los dos, robustecién· doos mutuamente la autoridad». Esto te diría, hermano mío, porque me parece que es lo principal; pero se ve que llego tarde, o, por lo me• nos, así te lo imaginas tú. Porque aquellos pedazos de tu corazón que te em· belesaban con sus juegos, con sus gracias y hasta con sus travesuras, han crecido, y ya no son ni rastro de .lo que fueron. Viven alejados de las prácticas piadosas, salen de casa sin tu permiso, vuelven cuando se les antoja, fre– cuentan espectáculos peligrosos, y son tal vez el es– cándalo de la vecindad. A tí no te respetan, te tratan como de igual a igual, altercan contigo a gritos, y la misma habitación, donde estuvo, y quizá está toda.vía, la cuna que balanceaste suavemente para dormirlos, tiembla ahora y se estreme• ce con sus blasfemias y maldiciones. Estos espectáculos te afligen profundamente, sien– tes ahora todo el peso de tu responsabilidad, y excla-

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