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PoR QUÉ PADECES 79, La tranquilidad de la conciencia, el altlar y el sen,– tirse amados y la esperanza de reunirse algún día con, sus hijos en el cielo, son para los padres dulcísima re 0 compensa que les haceri llevaderos todos los trabajos; y aún en el orden material, a vuelta de algunos apuros que son para ellos un manantial de méritos para la eter 0 nidad, todos los miembros de la familia van saliendo a flote, a veces por modo sorprendente e in~sperado. Los padres, que hayan cumplido ya su misión pro,, videncial, me dirán si esto no es verdad. Levanta, pues, el corazón, herman0, mfo·, y sirr,d'e– jar de trabajar, ora y confía en Dios,, estand0, cierto de que no les faltará a tus hijos ·la ptotección divina de: que gozan las mismas criaturas irracionales. Es una injuria a la bondad del Señor hasta, el supo– ner lo contrario. En el instante en que yo escribo·estas palabras, mi~ llones, miles de millones de pajarillos, recien nacidos a la vida, descansan sosegadamente en bland0 lecho, como el njño en su cuna, bajo la vigilancia am0rosa de los que le han dado el ser. Algunas de estas criaturas perecerán sin duda (por• que no hace Dios milagros por cualquier causa} víctima de las aves de rapifla o en las manos de rapazuelos.

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