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PoR QUE Í>AoEcEs casi seguro que no. Le será imposible resistir a esa lla– mada que se Je hace al corazón. La frase «Dios mío, socorredme. En vos confío~ lleva en sí misma la facultad de conmover, por la idea que va encerrada en ella. Es, efectivamente, una triple proclamación del po– der, de la sabiduría y singularmente de la bondad de, Dios.· Si sin llamarle acude Dios muchas veces a ayudar al hombre ¿como no acudirá cuando se le llama de ese· modo, y más habiéndolo prometido? Pero a veces el hombre, sea por su poca fe, sea por un sel'ltimiento oculto de soberbia, hace caso omiso de· estas verdades, y apela, para salir de sus apuros, a mili cálculos y combinaciones, como si estuvieran en su po– der todos los datos del problema y pudiera resolverlo, sin ayuda de nadie, cuando es Dios el primer dato ne– nesario para resolver todos los problemas del mundo~ * * * No te acongojes demasiado, hermano mfo, por fos contratiempos de esta vida, que al fin no es la vida . verdadera, que si lo fuera no habría.en ella problema alguno que resolver; no habría sino vivirla y nada más, como sucede en el cielo. La existencia humana tiene a veces terribles va– cíos, especie de lagunas en que parece que no hay te-

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