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68 POR QUE PADECES mientos, ofendiendo quizá a Dios en breves instantes más que sus esposas y sus hijas en toda su vida. Pero también es cierto que no suele ser la dulzura de carác– ter la virtqd común de las personas piadosas. · No parece sino que por serlo, adquieren derecho a censurarlo todo, y a hacer, singularmente en el seno de su familia, ~1 papel de jueces inexorables, con facul– .tad para incomodarse y mortificar a todos, siempre·que se les anto)e. No imites tú esa conducta reprensible. Procura reproducir y copiar en tí mismo esa bondad, esa suavísima benignidad que es una de las cualidades más encantadoras de nuestro Señor Jesucristo, y que era el embeleso de cuantos le trafaban; y después de haberlo recibido en tu pecho por la mañana en la S1- grada Comunión, vuelve a tu casa como ángel de paz, difundiendo por toda ella la fragancia de las virtudes, especialmente de la caridad; porque ya es sabido que no hay persona por feroz que parezca y por irritada que esté que no se amanse y hasta se rubori~e, al ver que a sus desahogos de ira le responden con palabras de paciencia y amor. Honra, hermano 'mío, tus prácticas de vida cristia~ na, demostrando a tus familiares que la piedad como dice el Apóstol, es útil para todo, entre otras cosas para hacer a las almas, benévolas; tolerantes y de apa- cible condición. ·

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