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POR QUE PADECES 67 Jesucristo. Así como aquel filósofo griego dt.mostraba a su contradictor la existencia del movimiento ponién~ dose a caminar delante de él, demuestra también tú en tu casa que la,paz es posible, siendo tranquilo, bonda– doso y pacífico. Y si haces vida piadosa y frecuentas los Sacramen– tos,' tienes singular obligación y tienen derecho a exi 0 girte los demás, que te distingas por tu mansedumbre y benevolencia. Son muchas, muchísimas las personas, de las lla• madas espirituales, o que hacen profesión de serlo, que con descrédito de la piedad y a falta de pecados más graves que (dicho sea en su honor y en obsequio de la verdad, no los suelen tener), se muestran ante su fami• lía impacientes e iracundas, tal vez quince minutos después de haber estado en el templo horas enteras en conversación íntima con todos los santos del cielo. Esto escandaliza a las personas poco afectas a la religión, y da ocasión a que se digan frases terribles co~ mo esta, que oí decir a un sefior, sin que ninguno de su Jamilia pudiera cóntestarle: «En esta casa lo mismo se impacientan, insultan y vociferan los que comulgan cada día que los que comulgamos una vez al afio.» ¿No es esto vergonzoso? Pi.tes algunas veces esa es la verdad. Claro que es muy frecuente que los que hablan de ese modo quebranten gravfsimamente otros manda-

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